sábado, 15 de enero de 2011

LAMENTOS DE UN POBRECITO HOLGAZÁN

Yunta de bueyes en un azulejo catalán del siglo XVIII. Foto en  ARTEHISTORIA.

Las fuentes históricas que nos permiten aproximarnos a las formas de vida durante el Antiguo Régimen son muy abundantes, especialmente en el siglo XVIII, gracias a la actividad de los intelectuales de la Ilustración que realizaron una gran labor de estudio, de crítica y de propuesta de reformas para mejorar la situación económica y social y promover el progreso y la modernización del país.


A continuación tienes un pequeño extracto de una de estas fuentes, concretamente de la obra de Sebastián Miñano "Lamentos de un pobrecito holgazán", publicada en 1820, que constituye una crítica satírica e irónica sobre algunos aspectos del Antiguo Régimen, en este caso, sobre la gran presión fiscal que soportaban los campesinos.

Puedes consultar el documento original en las imágenes, que se agrandan clicando sobre ellas.

LAMENTOS DE UN POBRECITO HOLGAZÁN


En cuanto asoma el verano y las mieses empiezan a ponerse amarillas, ya tien Vmd. a su puerta un lechuzo vestido de negro, con una sotana muy larga (...)  

y sin preguntar ni una palabra relativa a lo que se ha gastado en la siembra, ni en la labor, ni en el abono, ni en la era, ni el acarreo (...) abre su cuaderno, y presenta un cargo de la décima parte de lo que se ha cogido (...)

y sin más ni más le da a Vmd. la misión de trasladar a la cilla el diezmo de lo que entre en el granero. (...)

Claro es que, con estas idas y venidas, el granero ha llevado un toque más que mediano, pero ni siquiera hemos empezado a contar las socaliñas.
Aún falta pagar la renta de las tierras arrendadas a los monjes del desierto.

 
(...) Verdad es también que estos anacoretas suelen ser muy suavecitos con los que retrasan sus pagos, pues lo más que hacen es ponerles por justicia, hacer que los metan en la cárcel, embargarles hasta la cama en que duermen y dejar a la inclemencia a toda la familia.


Esto sólo se verifica cuando no tienen el señorío del pueblo, pues en este caso, que es el más frecuente, no necesitan interpelar otra autoridad que la suya (...)



No bien han concluido los lechuzos eclesiásticos (...) cuando se presentan los lechuzos seculares a cobrar los repartos de las contribuciones reales (...)


El cuaderno contiene muchas cosas tan justas como curiosas, porque además del reparto de la contribución se piden al vecino los [derechos] de riegos (...), los de la guardería del campo (...); los derechos de la sal, los de la alcabala, la sisa, la paja y utensilios, y otras mil preciosidades que, con diversos nombres y apellidos, se han ido aumentando cada año.


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